Nuestros hechos hablan más que
todas las palabras que podamos pronunciar.
Cuando nos consideremos
verdaderos seguidores de Dios, abramos nuestras vidas ante los ojos de los
demás y esta se transformará en un verdadero ejemplo. La buena noticia consiste
en que la gente responderá a todas nuestras obras y a nuestra actitud
servicial. De hecho, querrán conocer más acerca de nuestro Dios, a medida que
nuestra forma de actuar evidencie que nuestra fe se basa en hechos y no en
palabras.
Vamos a ver una historia que
transmite un importante mensaje:
“Poco tiempo después de que la
Segunda Guerra Mundial llegara a su fin, Europa comenzó su reconstrucción. Gran
parte del viejo continente había sido arrastrado por la guerra, y estaba en
ruinas. No había imagen más penosa que de los pequeños huérfanos hambrientos por
las calles de las ciudades destrozadas por la guerra.
Una fría mañana, muy temprano, un
soldado estadounidense regresaba al cuartel en Londres, cuando al dar vuelta la
esquina con un jeep, vio a un pequeño muchacho con la nariz contra el vidrio de
una pastelería. En el interior un cocinero amasaba rosquillas. El muchacho,
hambriento, observaba cada movimiento en silencio. El soldado detuvo su jeep y
se acercó al muchacho. A través de la ventana empañada podía ver cómo sacaban
del horno las apetitosas rosquillas bien calientes. El muchacho se relamía y
suspiraba cuando del cocinero las colocaba en la vidriera con sumo cuidado. El
soldado sintió compasión por el huérfano y se paró junto a él.
-Hijo… ¿te gustaría comer un
poco?
-¡Sí, me gustaría! – respondió el
muchacho, un poco asustado. El soldado entró en la pastelería, compró una
docena y poniéndosela en una bolsa fue en busca del muchacho, en la fría y
neblinosa mañana de Londres. – Aquí tienes – dijo con una sonrisa.
Cuando se dio vuelta para marcharse,
sintió que le tiraban del saco.
- Señor… ¿es usted Dios?
–preguntó el muchacho.
Nunca nos pareceremos más a Dios
que cuando damos.
“Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que dio..”
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de
hecho y en verdad.
I Juan
3:18
Tomado
del libro Conectado con Dios.
Autor: Jim Burns