“Cuando conduzco el coche, me molesta que quien está junto a mí, me diga qué camino tomar, que me detenga o insista que debo tener cuidado. Yo soy el conductor. Yo sé por qué hago lo que hago. Y el conductor es el único que lo sabe. Nunca hago caso de quien quiere decirme cómo manejar, porque por eso pasan accidentes”.
Escuché que le respondía un hombre a su amiga, cuando esta le platicó que su hija conducía un coche y le dijo que acelerase para evitar un remolque. Su hija le hizo caso, pero no alcanzó a pasarlo.
El remolque se llevó el coche. Afortunadamente viven para contarlo. Como un rayo, comparé las similitudes que tiene este ejemplo con nuestra vida.
Nuestro coche se llama “vida” y el Ser Supremo ha sido lo suficientemente generoso, como para darnos a cada quien un “coche” propio. Todos somos los conductores de nuestra propia vida.
Desafortunadamente, muchos no asumen esa responsabilidad. Son conductores miedosos, que les gusta preguntar a cuanto tripulante tienen, qué deben hacer. Y como resultado, tienen accidentes o no están satisfechos con su vida.
¿Por qué siguen escuchando los consejos de otros, cuando no están satisfechos con los resultados? Siempre será sano atender consejos si estos nos ayudan a caminar por buen sendero, pero estos deben ser analizados y asumidos con nuestra propia responsabilidad y buen juicio.
En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia. Proverbios 17,17.
El ungüento y el perfume alegran el corazón, Y el cordial consejo del amigo, al hombre.Proverbios 27,9.
Pongan la mira (la mente) en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Colosenses 3,2
Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda?
Salmos 121,1
“No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien”. Rm 12,21
fuente: http://www.renuevodeplenitud.com/
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