Había una vez un relojero que estaba montando las piezas de un reloj sobre su mesa de trabajo. Llegó la noche y aún no había terminado su obra, así que se retiró a descansar.
Una vez que hubo retirado, se escuchó la voz del minutero, que alertó a las demás piezas:
-El relojero se ha marchado y no podemos estar de esta forma entre nosotros. Yo, como soy quien marco el paso del tiempo, me haré cargo de aquí en adelante.
-¿Y por qué dices eso? -declaró la Cara del reloj, muy consternada. Es a mí a quien miran cuando buscan saber la hora. En todo caso !yo soy el reloj!, así que seré yo quien determine como proseguiremos.
-"Nada de eso que alegan sería posible, sino tuvieran energía", declaró con solemnidad la batería. Y añadió una sentencia filosóficamente profunda: "El tiempo es movimiento, y eso lo produzco yo... Así que está clarísimo que yo soy el tiempo, y debo, en consecuencia, estar al frente de esta obra."
Entonces saltaron en revuelo un montón de piezas pequeñitas -resortes, roscas, tornillos...,- que se amotinaron contra las otras y las recriminaron, diciendo:
-"Ustedes, como son las piezas más grandes y visibles, se creen que son el reloj... !Vamos a ver si pueden, si quiera, moverse un segundo sin nosotros! !Nos declaramos en huelga, y veremos si será posible saber la hora que es!
Se pasaron en la algarabía toda la noche, sin llegar a un acuerdo. Cuando amaneció, llegó el relojero y se sentó de nuevo frente a su mesa, mirando a todas las piezas de un vistazo. Fue colocando a cada una en su lugar... y de inmediato se puso la hora...
Cuando todo se pone en su lugar, las partes adquieren su sentido del todo. El conjunto es el que deja conocer el valor de cada parte. No son las partes las que deciden el conjunto. Cuando se tiene la idea de todo lo que deseamos construir entonces se ve dónde va cada pieza y qué importante es cada pieza. Pero si cada pieza quiere dirigir desde su parte nunca se pondrán de acuerdo.
“Lo que mueve al mundo no son los potentes brazos de los héroes, sino la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honrado.” Hellen Adams Keller.
